Marcelo Toledo: la visión que perdura

El artista Marcelo Toledo, siempre multifacético e inquieto, está atravesando una etapa repleta de proyectos, descubrimientos y exposiciones en el exterior. Hablamos con él sobre su vida, su obra y sobre el Gran Premio Sirí, cuya icónica estatuilla diseñó inspirándose en la naturaleza y en la comunicación entre países hermanos.



por MARCELA KORZENIEWSKI

@marcelkor2017

 

 

Marcelo Toledo llegó hace unos días de Nueva York, luego de exponer sus obras en la Saatchi Art Gallery, una de las galerías de arte más prestigiosas del mundo. Dichas obras son una serie de esculturas colgantes creadas a partir de técnicas textiles de pueblos originarios de América, una experiencia que él considera muy enriquecedora y que reafirma su lugar como artista involucrado con nuestras raíces.


Orfebre, joyero, diseñador, artista plástico. Definirlo de una sola manera sería acotar su trayectoria, porque hizo su camino buscando ampliar siempre su horizonte, sumando desafíos y complementando la búsqueda de la perfección en sus creaciones con un vuelo conceptual más creativo que deslumbró a personalidades como Robert De Niro, Madonna, Michael Douglas, el Papa Francisco, el Príncipe Carlos, los Reyes de Holanda Guillermo y Máxima, Antonio Banderas, Ricky Martin y Robbie Willliams, entre otras.


Su trabajo lo llevó a todas partes del mundo. Expuso en Moscú, en Shangai, en Estados Unidos, en Londres, Oslo, Venezuela, Brasil, México, París, Ucrania y Uruguay. Hoy, con muchos proyectos por delante, como una nueva muestra en Nueva York prevista para el año que viene, dos en Buenos Aires, y la publicación de un libro, recuerda sus comienzos, comprometido con el presente pero siempre proyectando hacia adelante, al igual que sus piezas de arte, que buscan ser un nexo entre el pasado, presente y futuro de nuestra cultura.



¿Cómo surgió la propuesta de exponer en la muestra “The Other Art Fair” organizada por Saatchi Art Gallery, de Nueva York?

Me enteré por un amigo que estaban haciendo una convocatoria de artistas. Había que mandar una propuesta para ver si quedabas o no. Se presentaron artistas de todo el mundo y me llegó la confirmación que había sido elegido; me puso muy contento. Esto fue en febrero y desde entonces me puse a preparar todo. Ya había hecho varias exposiciones en Nueva York tanto como orfebre, como escultor y como artista. Hice una muestra muy grande cuando se inauguró el musical Evita con Elena Roger y Ricky Martin en Broadway, dado que me habían convocado para hacer las joyas de la obra. En ese momento expuse en el mismo hotel donde estaba el teatro.


Para esta muestra utilizaste técnicas textiles pero hechas con metal, inspiradas en los pueblos originarios. ¿Cómo fue el proceso de creación?

Las esculturas están tejidas a partir de puntos textiles de pueblos originarios de toda América. Utilicé principalmente cobre y, en algunas piezas, también chaguar, que es una fibra que produce la comunidad wichi en Formosa y Chaco. Por medio de una fundación conseguí que ellos me vendieran este hilo que uso para tejer. Todas las piezas que presenté tienen mucho que ver con nuestras raíces.



¿Cuándo comenzaste a investigar como artista plástico las tradiciones de los pueblos originarios? ¿Qué fue lo que más te atrapó de estas culturas para reinterpretar en tu arte?

Desde siempre trabajé usando técnicas de pueblos originarios, desde el repujado, el forjado o el batido de piezas. Sin embargo, hace unos años empecé a tomar clases de textil en hilo, porque mi idea era poder tratar de llevar todas esas técnicas al metal. Comencé mezclando hilos de algodón con un metal finito, después más metal que hilo, hasta que empecé a lograr obras totalmente textiles en metal. Primero las hice planas, porque no entendía que podía llegar a hacer una pieza volumétrica. Pero con el tiempo aprendí a tejer un punto textil de la civilización de Paracas, que es uno de los pueblos más antiguos de Perú y que se destaca por hacer mantos funerarios. A partir de ese punto textil empecé a trabajar estas esculturas que son volumétricas y, además, colgantes.


¿Creés que hay una tendencia en el arte de ir hacia las raíces como reacción en contra de la globalización?

A mí me pareció todo un desafío, lo hice básicamente por eso. Me parecía que a través de una técnica muy antigua podía llegar a reversionar todas esas técnicas autóctonas y textiles en obras contemporáneas. Y me gustaba la idea de este hilo conductor que nos conectara con el pasado a través de ellas: el presente, que soy yo, el que elabora obras contemporáneas a partir de esas técnicas del pasado, y el futuro, ya que todo lo que uno hace siempre lo piensa para que perdure. No sé si hay una tendencia global. Sé que hay muchos artistas que por ahí se cansaron de lo digital o de encomendar obras a otros y están como volviendo a la raíz, eso sí.



Habiendo hecho piezas para personalidades destacadas del mundo de la música, de la política o de la realeza, ¿cuál fue el elogio más lindo que recibiste de su parte?

Te puedo hablar de cuando estuve con el Príncipe Carlos, que me dijo que él recibía obras de arte como regalos institucionales de grandes mandatarios todo el tiempo pero que era la primera vez que un artesano se la daba en mano en un acto público. Eso me gustó mucho. Después, Robert De Niro y su esposa, que quedaron maravillados con todo lo que vieron. Por otro lado, recuerdo que cuando fui a la presentación de Evita en Broadway me tocó sentarme a comer frente a Michael Douglas y Thalía, y eso fue una cosa muy fuerte para mí ya que los conocía de la tele, de las películas. Estar comiendo y hablando como si fueran conocidos me pareció un acontecimiento movilizante.


¿En qué momento sentís que pasaste de la orfebrería como realización de un objeto único y perfecto a dar el salto hacia un arte con un concepto más desarrollado en cuanto a lo que querías transmitir?

En mi época de orfebre, de joyero, incluso como diseñador de objetos [diseñó durante varios años objetos para Ralph Lauren Black Level], el foco siempre estuvo puesto en que la pieza fuera impecable, perfecta, armónica, pulida; que no tuviese ningún detalle fuera de lugar. Pero un día, por circunstancias personales de la vida, de enfermedades de seres queridos, me di cuenta de que quería empezar a contar cosas a través de lo que hacía. Fue todo un proceso; al principio lo hice con obras de orfebrería, pero llegó un momento en que me interesó más lo conceptual, lo que yo tenía que decir a partir de cada obra. Por supuesto que me gusta hacer una obra y que a la gente le agrade, pero el foco está puesto en el mensaje y no en la estética.



¿Cuál sería ese mensaje en tus esculturas colgantes?

Tiene que ver con encontrar la manera de trazar un hilo conductor entre el pasado, el presente y el futuro. Por otro lado, esas esculturas están hechas en cobre, que es el metal por excelencia para las comunicaciones, por eso lo utilicé. Además, utilizo un metal que es de descarte, de bobinas de motores o que se va a tirar o fundir, y yo decido darle una segunda vida. Ese sería el concepto detrás de estas obras.


También sos el artista creador de las estatuillas del Gran Premio Sirí que Cuisine&Vins entrega todos los veranos a lo mejor de la gastronomía en Maldonado y Rocha, y que este año también reconocerá al departamento de Colonia. ¿En qué te inspiraste para su diseño?

Me inspiré en el sirí, que es una especie de cangrejo oriundo de Uruguay; como no quería hacer algo quizás tan obvio como un cangrejo, se me ocurrió hacer solo una de las pinzas. Y la hice de cobre, como de un cobre viejo. Primero, porque me pareció interesante plasmar esta comunicación que hay entre Argentina, donde nació el premio, y Uruguay, por medio de ese metal. Y por otro  lado, porque el color del cobre añejado me daba una sensación similar a la de la pinza del cangrejo.


¿Ya sabías desde chico hacia dónde querías ir en la profesión? ¿Recibiste alguna influencia familiar que te llevó a elegir la orfebrería? 

Sí, desde chico sabía lo que me gustaba. Mi abuelo fue una influencia importante, porque tenía una casa de demolición en Escobar y desde muy chico jugaba entre puertas antiguas, respaldos de camas de bronce, vitreaux, era un mundo común para mí. Y era como estar en una película, revolviendo fierros, pedazos de bronce… Así comenzaron mis ganas de hacer cosas con las manos.






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