La columna vinófila: de borracheras y dolores de cabeza. Por qué quebramos


No hay que echarle la culpa a nadie. En los peores momentos hay que entender que uno es responsable de sus propios actos. Sin embargo, en Cuisine elaboramos una guía de respuestas para que te quedes tranqui: no siempre tu malestar se debe a que desbarrancaste.

La columna vinófila: de borracheras y dolores de cabeza. Por qué quebramos


por ANA PAULA ARIAS


Antes que nada, un poco de enología. Los sulfitos son un conservante permitido en la industria vitivinícola que sirven para estabilizar el vino. Todas las bodegas usan sulfitos en mayor o menor medida; cuando tomamos y nos da dolor de cabeza puede deberse a un exceso en el porcentaje de sulfitos por litro que tiene un vino, o bien a una sensibilidad especial que hace que tu organismo no soporte cantidades normales de sulfitos.

Y acá es donde la cosa se pone interesante, porque, como todos sabemos (?), el vino tinto tiene tres conservantes naturales: la acidez, el alcohol y los taninos. Resulta que los vinos blancos, en cambio, no tienen taninos por su modo de elaboración, entonces es necesario agregarle una mayor proporción de sulfitos por litro. Con eso se empieza a responder uno de los interrogantes más comunes alrededor de una borrachera: ¿por qué el blanco me pega tan mal? 

Sin embargo, para ser justos, debemos decir que tanto las buenas decisiones enológicas como la asepsia en el viñedo y en la bodega, sirven para reducir la cantidad de sulfitos que se le agregan a un vino. Esto quiere decir que cada vez menos vinos blancos provocan mareos y migrañas. La profesionalización y las exigencias del consumidor hacen que los vinos argentinos sean de mayor calidad.

Entonces tenemos, por un lado, un factor enológico, que son los sulfitos, y por otro lado un factor humano que tiene que ver con la cantidad que bebemos. Y acá la cuestión se pone más peluda, porque si tomamos desaforadamente no va a haber enzimas que den abasto.

Por otra parte, el etanol es un inhibidor de la vasopresina, es decir que es un potente diurético. La ecuación es simple; tomamos mucho y hacemos mucho pis. Nada puede “malir sal”. En un rato ya estamos sufriendo los efectos de la deshidratación: mareos, dolor de cabeza, náuseas y vómitos. Y perdón que nos pongamos gráficos, simplemente es una manera de ratificar el consejo popular de intercalar un vaso de agua por cada vaso de alcohol.

Nos encantaría que estos inconvenientes en torno a la ingesta de vino y otros brebajes desaparecieran a medida que pasan los años, que a esta altura ya reconociéramos nuestras debilidades y le empezáramos a tener más respeto a las resacas crueles que nos inhabilitan por un día entero, pero no es así. Por más que ya hayamos dejado de tomar bebidas de colores y nombres extraños, todavía somos vulnerables a los excesos.

Nuestro humilde consejo es que empieces a generar hábitos que te ayuden a beber como un campeón. Mucha agua y siempre algo para comer a mano. Quebrar, además de ser vergonzoso, arruina por completo la hermosa experiencia de compartir una bebida con amigos.

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