La ruta de Maia: un mediodía en Elena

2024-07-29

Visitar el Four Seasons siempre es una linda experiencia, y almorzar en Elena no tiene desperdicio. En esta nueva columna, Maia Chacra pasa un mediodía memorable en uno de los restaurantes más reconocidos de la ciudad.

por MAIA CHACRA

Para mí, almorzar en un hotel no es lo más habitual; generalmente estoy de acá para allá, y pocas veces tengo tiempo para sentarme a disfrutar de un mediodía como corresponde. Cada tanto, sin embargo, toca un día en el que puedo hacerlo, y en esos casos intento elegir bien. Así fue como hace poco me encontré, a las 13 en punto, en Elena, un gran clásico porteño.

El Four Seasons Buenos Aires, imponente como todos los hoteles de la cadena en el mundo, tiene tres propuestas gastronómicas muy interesantes; Elena es la propuesta más completa, porque presenta una amplia variedad de cocina contemporánea con raíces argentinas, destacando lo mejor de la gastronomía del país a partir de la meticulosa selección del chef Nicolás Díaz y su equipo.

Al ingresar por la calle Posadas tuve la suerte de cruzarme con alguien que a esta altura ya es una “marca registrada” del hotel, una persona que, después de tantos años de conocernos, considero un amigo: el director de marketing más carismático que conozco, Gabriel Olivieri. Que te reciba él garantiza que la experiencia será exquisita e impecable, acompañada de algunas risas, ya que es un gran contador de anécdotas.

Pasando el lobby del hotel está Elena, uno de los lugares más elegantes de la ciudad. En la entrada, donde comienza el clásico piso blanco y negro, se encuentran colgadas junto a la pequeña recepción la placa de mención de la guía Michelin y las cuatro de los Latin America’s 50 Best Restaurants. También están acá las máquinas de vino por copa. Ya en el salón, repleto de comensales, hay una hermosa escalera caracol, una cocina abierta donde las lámparas del pase para mantener caliente la comida tienen un lugar protagónico, los boxes y las mesas tradicionales. Van y vienen los camareros, súper atentos, brindando una atención muy personalizada.

Elena es un lugar de lindos momentos y encuentros fascinantes. Cada vez que entro me agarran los recuerdos de un tremendo desayuno junto con mi mamá y mis hermanos, o de cruzarme en alguna cena con personajes como Madonna, los Rolling Stones y hasta Taylor Swift.

Decidí probar platos que aún no había tenido la posibilidad de saborear. Mientras exploraba la carta llegó a la mesa el pan de masa madre, recién salidito del horno para darnos la bienvenida. De entrada pedí unas mollejas grilladas bien crocantes (¡como me gustan!) con emulsión de limon, papas rotas, huevo y albahaca que estaban muy bien. Le consulté al sommelier que joyita de Chardonnay tenía y sugirió el White Stones de Catena Zapata 2020 (Gualtallary), dando en la tecla. Un vino tremendo.

Para el plato principal, me animé a algo que siempre me tienta mucho pero nunca me decido a pedir: el arroz negro con chipirones, calamar, chistorra, langostinos y chauchas, una especie de rissotto o paella. Me conquistó desde el primer bocado; es un plato simplemente espectacular, no solo desde los sabores sino también visualmente. Se puede pedir para una o dos personas.

Sentí que era un buen momento para acompañar el postre con un Zuccardi Soleira by Malamado. Es uno de mis preferidos, y sabía que no fallaría, servida en la copa perfecta, como todos los vinos en Elena. Quienes me conocen saben que soy dulcera y siempre dejo un poco de lugar para el postre; me tentó probar algo distinto y fui directo a los cannoli de pistacho y el clásico soufflé vulcano de chocolate y avellanas, en el punto de cocción perfecto.

Elena me gusta, bah, ¡me encanta! Siempre está en movimiento, y cada vez que puedo visitarlo me sorprende para bien. Al mediodía el clima es más distendido que a la noche, pero sea el horario que sea, es una experiencia que súper recomiendo. ¡Me queda en el tintero visitarlos para conocer el brunch de los domingos!