Ezeiza: viajar sin subir a un avión

Vienen siendo dos años de muy pocos vuelos, de travesías frustradas y ansiedad por un mundo que ya volverá a conectarse como antes. Mientras tanto, en el aeropuerto internacional Ministro Pistarini, la pandemia fue bien aprovechada para reforzar la oferta gastronómico, ofrecer opciones novedosas y redefinir la identidad del lugar desde la comprensión de que también se puede comer rico y abundante mientras se espera un vuelo.



por FLAVIA FERNÁNDEZ y MÁXIMO PEREYRA IRAOLA
fotos MAURO ROLL

@flaviafernandezcv

@maximopi

@mauro_roll_fotografo


A la hora de comer o al menos picotear algo, los aeropuertos nunca fueron tan deprimentes como las terminales de ruta para colectivos, o en realidad sí; hasta hace no mucho tiempo, esperar un vuelo en alguna provincia del país era una condena de pebetes secos, cafés quemados y papas fritas tristes. Ezeiza y Aeroparque, más importantes, tenían una oferta un poco mejor pero hasta ahí nomás.


Afortunadamente la cosa fue cambiando, los aeropuertos en sí se fueron renovando y con los cambios llegó la comprensión de que a veces pasamos casi tanto tiempo arriba del avión como esperando para subir a uno. La tendencia es mundial, claro (y sigue habiendo aeropuertos pesadillescos en mil destinos), pero hay cosas que en Argentina nos gusta hacer especialmente bien, y con esa premisa partimos al aeropuerto de Ezeiza para conocer su renovada y expansiva oferta gastronómica.



No tiene sentido mentir: a Ezeiza se va para irse. Salvo que sean de aquellas personas que odian viajar por aire o están tan acostumbradas que se aburrieron de hacerlo, lo que importa no es el aeropuerto sino el avión. Nos hemos bancado y nos bancaremos aeropuertos tristes si la recompensa  es el despegue, las nubes, la experiencia todavía rarísima de que efectivamente, siendo humanos, podamos volar. Sin embargo, ¿para qué sufrir? Los vuelos retrasados existen, las esperas se vuelven aburridas, y para comer mal ya tenemos en muchos casos la comida de aerolínea. ¿Por qué no comer rico, tener una buena experiencia antes de viajar, bajar la ansiedad que a muchos les genera la travesía con buenos vinos, ricos platos, frescas cervezas?


Ir a Ezeiza sabiendo que no íbamos a volar, entonces, fue un poco triste, sí, pero nos olvidamos enseguida al llegar a la primera posta de nuestro recorrido. Con la decisión de Aeropuertos Argentina 2000 de renovar el aeropuerto de Ezeiza (Aeropuerto Internacional Ministro Pistarini, para ser precisos), también se miró de cerca el tema de la gastronomía y los espacios de dispersión y espera dentro de la terminal; la pandemia no hizo más que profundizar algunas de las necesidades y sacar a la luz algunas oportunidades desaprovechadas. Así, por ejemplo, nació la idea de instalar un espacio de foodtrucks en el exterior.


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LLAMA
@llamacoffeeroasters


Hay varios foodtrucks, y todos vienen siendo un éxito. En esta visita fuimos al de Llama Coffee Roasters, donde Mario nos recibió con café recién preparado (por Giuliana, barista que saluda desde el interior del foodtruck) y nos contó de qué se trata el proyecto. Llama se fue gestando a lo largo de más de una década: en Australia, donde vivieron durante un año, Matías Cortés y Mercedes Salas se dejaron atrapar por el mundo del café de especialidad. Un tiempo después se mudaron a Austria, y allí Mercedes aprendió a tostar en una de las cafeterías más importantes del país. 



Después de más de una década, Matías y Mercedes volvieron a Argentina con la idea de democratizar el café de especialidad. Definieron la identidad, eligieron un animal autóctono de la región y lo combinaron con un tono de celeste que le diera la impronta argentina. Hoy tienen un roastery en City Bell, donde funciona la casa madre de Llama y donde se tuesta café a diario. Además producen masa madre, croissants y todo tipo de delicias que sirven en sus locales y foodtrucks, y ofrecen talleres y catas de café. Hay algunos locales más, todos (por ahora) en La Plata, y en pandemia se abrieron dos de take-away. Además del food truck de Ezeiza, Llama tiene una combi Volkswagen antigua que usan para ferias gastronómicas, festivales y eventos deportivos.



En este food truck, rodeado de banquitos y mesas, hay de todo. Por un lado, el café, que se sirve para tomar in situ y también se vende en bolsas para preparar en casa o en la oficina (o llevar de regalo a otros destinos, porque estamos en un aeropuerto). La variedad principal, la de la casa, proviene de una importante hacienda cafetera en Brasil con la que Llama tiene contacto directo; después hay opciones de Colombia, Panamá y Costa Rica, y están probando desde hace poco con una de Kenya. Les importa muchísimo la trazabilidad. Los granos llegan verdes y Mercedes se encarga de tostarlos. Por otro lado, hay hojaldres de manzana (boom en invierno), croissants, budines, carrot cake, chipá, scone de queso y hierbas, alfajorcitos (tremendos) y algunas cosas más. Hacen su propia leche de almendras, cuidan la temperatura de servicio para no quemar notas, y hacen capacitaciones constantemente para sus baristas, asegurándose de cuidar el café en todo el proceso y para todos los locales. 



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Mientras caminamos hacia la siguiente parada en este periplo nuestras guías, Ximena y Solange, nos cuentan que la idea de esta renovación culinaria es que todo se diferencie y que cada local tenga su propia propuesta. Así, después de todo, es como se puede ir creando algo un poco más personal, una verdadera identidad de Ezeiza como espacio completo. Y para eso hay que incluir a todos: una vez que el pasajero viaja no puede entrar con acompañantes a la terminal, pero muchos siguen viniendo con acompañantes, y los foodtrucks sirven para que puedan esperar o tomar o comer algo juntos antes del vuelo. Las restricciones de la pandemia también hicieron que muchos empleados ya no pudieran acceder libremente a las zonas con oferta gastronómica como solían hacerlo; el aeropuerto, después de todo, emplea a unas 24.000 personas.


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HARD ROCK CAFÉ

@hardrockcafebsas 


Es lindo tener propuestas locales en el aeropuerto: cuando nos vamos, nos despiden con cariño y familiaridad; cuando volvemos, nos reciben diciendo “la comida que te gusta te estaba esperando”. Y nos ponemos demasiado románticos, claro, pero pasa. Al mismo tiempo, también nos encanta llegar al aeropuerto, unas horas antes de despegar, y poder sentir la inmersión en el modo viaje. Probar cosas de afuera, que no encontramos cerca de nuestras casas, que ya nos hablan en lenguaje global antes del despegue. Pasa en el Duty Free y pasa en espacios como el Hard Rock Café, que integra una enorme y ya clásica cadena de restaurantes de todo el mundo en los que la música convive con la comida rica y los tragos coloridos.


Tal vez ya conozcan otras sucursales del Hard Rock en el mundo, tal vez no, pero lo cierto es que la de Ezeiza cumple con todo: una barra muy larga, mucho espacio para sentarse, reliquias de la historia del rock en las paredes (un sombrero de Michael Jackson, unas zapatillas de Slash, una campera de Elton John, entre varias otras cosas) y la tienda en la que se puede comprar todo tipo de memorabilia, desde remeras hasta pins y tazas. Es una marca que atrae coleccionistas, y siempre se piensa en ellos.



En cuanto a la comida, Hard Rock Café es famoso en todo el mundo por sus hamburguesas de autor. También ofrecen alitas picantes, ensaladas y otras cosas, claro. El menú es el mismo en todas las ciudades y países, pero siempre hay una hamburguesa local adaptada a cada lugar. La de acá tiene huevo y salsa criolla. Pedimos otras dos, sin embargo, que son un hit: la Original, con lechuga, tomate, aros de cebolla y panceta; y la BBQ Bacon, con lechuga, tomate, cebolla tempurizada, barbacoa y panceta. Ambas una bomba, ambas excelentes.



En Argentina existen cuatro Hard Rock Cafés: uno en Aeroparque, uno en Puerto Madero, uno en Ushuaia y el de Ezeiza, que fue inaugurado en 2017 y cuenta con lugar para 230 personas (sin aforo). Con los cambios que trajo la pandemia, desarrollaron menúes para empleados de Aeropuertos Argentina 2000 y propuestas para fidelizarlos; además en los últimos años fueron incorporando más opciones veganas y aptas para distintos paladares, porque la gente, tanto afuera como adentro de los aeropuertos, está comiendo de otra manera y prefiere en lugar de un sándwich pedir, por ejemplo, una buena sopa.



Conversamos con Nicolás Cafora, Gerente de operaciones de Hard Rock Cafe, Havanna, Le Pain Quotidien, La Cabrera y otros emprendimientos gastronómicos que están transformando la identidad del aeropuerto; nos cuenta que se la pasan pensando en cosas nuevas y creativas para atraer diferentes públicos, y que pronto abrirán un lugar de sushi. Mientras, tomamos un Huracán, cóctel insignia de Hard Rock Café que lleva ron blanco, ron dorado, granadina, jugo de naranja, ananá y amaretto. Podríamos probar muchos otros cocktails, pero es temprano y todavía nos queda un trecho por recorrer.



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Mientras caminamos hacia la siguiente parada en el recorrido, nos llama la atención un espacio de mesas con carteles que dicen “Delivery Point”. Ximena y Solange nos cuentan de qué se trata: “Esto es algo nuevo, que incorporamos hace poco. Hay un delivery point en la Puerta 2, uno en la Puerta 6 y uno en la Puerta 9; la idea es que vos te sientes, escanees el código QR y pidas comida a los distintos locales del aeropuerto sin tener que acercarte. Hacés el pedido y alguien te lo trae directamente a la mesa”.


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OUTBACK STEAKHOUSE

@outbackargentina


Llegamos a Outback, donde vamos a frenar un poco y sentarnos a almorzar con un poquito más de tiempo. Nos reciben Verónica Artica, Directora de Marketing de Mis Resto, firma que opera las marcas Outback Steakhouse en Argentina y Fausto Wine Bar, Damián López, Gerente Operativo de la empresa, y Fernando Hernández, Gerente General. Outback es un lugar relajado, divertido e informal que busca transmitir el espíritu de Australia con platos exquisitos como la Bloomin’ Onion, las Baby Back Ribs y el Victoria’s Filet, entre muchos otros.



Tienen un food truck en la entrada del aeropuerto y servicio de take-away; el local dentro de la terminal fue inaugurado en septiembre de 2019, y actualmente opera con un aforo del 30%; en tiempos “normales” entran cerca de 150 comensales. Outback es una cadena que cuenta con 1.000 restaurantes en todo el mundo, de los cuales 100 están en Brasil. En Argentina están por abrir un nuevo local en la zona regional del Aeroparque Jorge Newbery.


“AA2000 nos dio la oportunidad de colocar nuestras marcas en Ezeiza, y creemos que estas opciones brindan la oportunidad para que no solo el viajero tenga la opción de venir al aeropuerto a almorzar, cenar o tomar algo, sino que también apostamos a convertirnos en un destino que las personas puedan elegir para tener reuniones, almuerzos y cenas aunque no viajen”, dice Damián, y Verónica agrega: “Estamos felices de acompañar este proceso de reconversión de la gastronomía, muy exitoso, que permite al pasajero encontrar excelentes ofertas gastronómicas a precios lógicos, y así tener una espera mucho más placentera en el aeropuerto”.



La carta, sin ser eterna, ofrece un poco de todo: hay carnes, hay pastas, hay hamburguesas, hay ensaladas. El menú es exactamente el mismo en todos los Outback del mundo; desde la empresa les mandan las recetas y las especias, que son el verdadero diferencial de la marca. Hay 20 especias distintas que se usan para sazonar la carne, el pollo, las ribs de cerdo y otros platos. Claro que el paladar argentino es particular, y en ese sentido tuvieron que disminuir un poco el nivel de picante salvo para las alitas de pollo, de las cuales hay tres niveles de intensidad diferentes.


Nos sentamos y arrancamos con la estrella de la casa, la bloomin’ onion: una enorme cebolla que se deja abriendo durante 24 horas en frío y es cortada con una máquina especial a la que llaman Gloria. Luego, la fríen y la sirven con una salsa especial que es un fuego. Acompañamos con cervezas y siguen llegando platos, desde las ribs (que se despegan del hueso, tiernísimas) hasta una ensalada caesar y una papa horneada llena de cosas. Todo es explosivo, y después traen dos postres, los Thunder, que son muy populares y 100% para golosos: tienen un gran tamaño y combinan brownie, helado, crema, dulce de leche, chocolate… escándalo.



Nuestros anfitriones cuentan que para Outback es muy importante capacitar a la gente desde lo humano, asegurándose de que los empleados atiendan con buen humor, que sirvan con gran predisposición y que transmitan la hospitalidad desde  un lugar de verdadera alegría y un buen clima de trabajo. Fuera de pandemia hay un ritual que se hace en cada cambio de servicio en el que todos los camareros se ponen a cantar y gritar juntos, celebrando la jornada. “Nuestra misión es alcanzar los mejores estándares de calidad, tanto en la materia prima como en el servicio que brindamos en los locales. Buscamos que el cliente tenga una experiencia única”, dice Verónica.



Outback proyecta abrir locales en la ciudad; por lo pronto, están reforzando la propuesta de aeropuerto y levantando un nuevo local en la zona pública de Ezeiza al que pueda ir cualquier persona que no viaje o que acompañe a algún familiar; también tienen el food truck donde ofrecen lo que tienen en take-away, como sándwiches especiales de la marca y otros platos rápidos. Cuenta Damián: “Outback Steakhouse es ell hit gastronómico del aeropuerto; los pasajeros que viajan bastante se llevan una sorpresa agradable y nos comparan con otros aeropuertos del mundo que ofrecen más variedad que calidad. Nunca esperan tanto como lo que les damos, y elogian tanto el servicio como la calidad y presentación del producto”.


La pandemia fue dura; nos cuentan que fue muy triste ver el aeropuerto cerrado durante meses y con tan poco movimiento aún hoy. Sin embargo, están seguros de que lo peor ya pasó, y están con toda la energía para volver a la misma actividad que tenían antes de la pandemia y continuar con el crecimiento que tenían proyectado. Por lo pronto, ahí están, con las hornallas encendidas, la freidora lista para sacar maravillas y una barra preparada para amortiguar cualquier espera antes de un vuelo.



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FAUSTO WINE BAR

@faustowinebar


Pasar de Outback a Fausto es una transición fluida, porque también nos acompañan Verónica, Damián y Fernando. Estamos ahora en un bar más chico, lindísimo, donde se puede tomar algo y picar cosas ricas con el paisaje de la pista y los aviones que vienen y van (bueno, hoy no, todo está más quieto, pero se lo pueden imaginar). También en modo franquicia, Fausto es uno de dos locales: el otro está en el área de preembarque de vuelos regionales de Aeroparque.



Fausto es una propuesta gastronómica especializada en vinos y fiambres de alta  gama. Tienen etiquetas destacadas de todo el país y cuentan con máquinas de servicio por copa, para degustar diferentes opciones antes de salir de viaje. Tienen embutidos provenientes de Tandil y quesos de Ventimiglia (los de Mauricio Couly, gran eminencia gran), entre otros muchos productos artesanales. 



Acá se puede comer queso de cabra, tomar un vinito y olvidarse de cualquier rutina. Destacamos el flight, una degustación de tres vinos y fiambres de calidad que conforman una excelente opción para esperar un vuelo y ya sentirse un poco de viaje. Por otra parte, Fausto cuenta con un food truck donde se sirven jugosísimos choripanes.



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CHACHINGO

@chachingo.cerveza


Chachingo queda cerquita de donde estábamos recién, pero es un viaje completamente distinto: acá está Mendoza, y acá está Alejandro Vigil. Y está la cerveza. Pero hablamos de Vigil. Y Vigil es vino. Pero no: resulta que también es cerveza. Chachingo nació hace ya unos años en Mendoza, cuando este gran maestro de la enología nacional pensó “¿por qué no probar también con la cerveza?”. Le fue bárbaro, porque así es el talento; ya hay varios locales en Mendoza, y la versión de Ezeiza, ubicada entre las Puertas 9 y 10 del embarque internacional, respeta la identidad de las casas mendocinas y replica la arquitectura y el ambiente, además de ofrecer un metegol y una máquina de videojuegos (de fichines, bah). 



Funciona en horario de vuelos; como ahora está todo tan en pausa, la oferta es un poco más reducida de lo que suele ser, y aun así es buenísima. Hay canilla de Porter, de Amber, de IPA, y también están los vinos de Vigil, el Enemigo y el Gran Enemigo. Se pueden comprar botellas de vino que, si no son terminadas, se envuelven para que el pasajero pueda llevárselas. Hay cocktails, servicio de cafetería y un menú que incluye empanadas generosas, tablas de fiambres y tacos.



La idea fue crear en el aeropuerto un espacio distendido y agradable, con el objetivo de propiciar una linda experiencia de viaje.



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Cargados de regalitos como especias secretas y botellas de vino, dejamos Ezeiza y nuevamente nos agarra la tristeza (leve, pero tristeza al fin) de no haber subido a ningún avión. Sin embargo, salimos contentos y satisfechos por otro motivo: comimos bien, variado y rico, después de que se nos revelara una capa del aeropuerto que hasta ahora casi ignorábamos. El prejuicio de que se come mal en los aeropuertos se va cayendo, y damos fe de que la razón para eso está en Ezeiza.






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