VERÓNICA ZUMALACÁRREGUI VISITA BUENOS AIRES PARA PROBAR LOS SABORES PORTEÑOS Y NACIONALES

La conductora del ciclo “Me voy a comer el mundo”, de El Gourmet, visitó Buenos Aires para la grabación de uno de los episodios de la tercera temporada. La entrevistamos para preguntarle su opinión sobre la gastronomía argentina y pedirle que nos cuente algunas anécdotas de los viajes que hizo por cerca de 70 países del mundo.


por MÁXIMO PEREYRA IRAOLA




Es martes, son las diez de la mañana, y esperamos al pie del hotel Panamericano para encontrarnos con la producción de "Me voy a comer el mundo", que ya estuvo haciendo algunas cosas por la ciudad el fin de semana, como comer una pizza en la Av. Corrientes, probar un asado, tomar helado artesanal y bailar tango en La Viruta. Hoy vamos a acompañar a Verónica Zumalacárregui (Vero Zuma, en redes y para sus amigos) a dar una vuelta por Puerto Madero, comer un buen choripán en la Costanera Sur y una humita en chala en el Mercado de San Telmo. Entre bocado y bocado, hablamos con Verónica, quien conduce y produce el programa del Gourmet que ya va por su tercera temporada y con el que recorrió infinidad de países. Sobre esto, el director Regis Francisco nos cuenta que la primera temporada tuvo 22 capítulos ("una locura"); la segunda y la tercera, en cambio, tienen apenas una decena de episodios. Verónica ya recorrió con el programa gran parte del mundo. Esta es su primera vez en Argentina, y aunque Buenos Aires la recibió con manifestaciones y obras de construcción ruidosas, está encantada con la ciudad.




¿Cuál fue tu primera impresión de Buenos Aires?

Al llegar me sorprendieron los parecidos con algunas zonas de Madrid; después, recorriendo un poco más, los detalles clásicos de la arquitectura y algunos elementos, como las cúpulas, me hicieron acordar mucho a París. Fuera de eso, en mi primer día recorrí la Avenida Corrientes, y me fascinó. Me pareció increíble como plan cultural, con los teatros, las pizzerías y las librerías abiertas hasta altas horas de la noche.



¿Qué te pareció nuestra pizza?

Me gustó, y sobre todo me sorprendió el fainá. Cuando lo vi me pareció raro que a esa cantidad de masa y queso quisieran además agregarle harina de garbanzos, pero es cierto que aporta una textura diferente, es interesante. De todas formas, prefiero la pizza sola, y me encantó la fugazzetta.



Hasta ahora recorriste muchísimos países. ¿Qué lugares te quedan pendientes?

Creo que visité entre 60 y 70 países, pero todavía tengo varios pendientes, y sobre todo me gustaría conocer el África profunda; conozco Sudáfrica, pero la diversidad cultural y gastronómica del resto del continente me atrae muchísimo.



¿Sos de volver a los destinos a los que fuiste con el programa?

¡Sí! El recorrido que hice por Jordania, por ejemplo, lo reproduje exactamente igual con mi familia. Me los llevé a hacer el mismo tour, con el mismo guía, todo igual.



¿Encontrás parecidos entre la gastronomía de Argentina y la de otros lugares?

Veo que tiene muchas influencias italianas y reversiones de recetas de allá. Claro que luego hay cosas como el choripán y la forma en que comen asado, que no tiene nada que ver con Italia.



¿Ya habías probado cocina argentina?

En España hay muchos restaurantes de carne argentina; había probado, pero el domingo estuvimos en una carnicería aquí y me pareció fascinante aprender sobre los distintos cortes que usan. Allí vas a un restaurante argentino y te ofrecen vacío, entraña, cosas así y eliges un poco sin saber. Había muchas cosas que había probado, pero esta vez pude probar un asado sabiendo y pudiendo comparar con cortes nuestros.



¿Tenés alguna cábala o algo que colecciones de tus travesías?

Empecé coleccionando imanes, pero hoy en día a veces ya no hay tiempo ni para eso. Vamos directo a grabar, y ahora por ejemplo ni siquiera tengo dinero argentino encima. En general, si compro algo, es para llevárselo a mis padres. A la inversa, siempre viajo con ciertas cosas: llevo encima infusiones, y siempre pido en los hoteles donde paro una pava eléctrica para mi habitación, porque tomo mucho té. Eso y mi colchoneta de yoga son mis dos "rituales".



Hablando de té, ¿ya probaste el mate?

¡No! Dentro de poco vamos a grabar una secuencia con mate y facturas; ya tengo ganas de probar las dos cosas.



Sé que comiste algunas cosas que te desagradaron, como la carne de perro en Corea. ¿Hay algún otro plato exótico que hayas probado y no te haya gustado nada?

Los tacos de ojo de res de Coyoacán y el alacrán del callejón de Wanfujing en Pekín. Quisieron convencerme de probar el balut [embrión de pato en su huevo] en Filipinas, pero finalmente no lo encontramos.



¿Cuál es una de las experiencias más raras que recuerdes de tus viajes?

Hay muchas, es difícil elegir y algunas no se pueden contar... [risas]. Algo muy hardcore, bastante duro, fue un guiso que probamos hecho en el caparazón de una tortuga en la Amazonía peruana; ya en el mercado se vendían tortugas con las patitas atadas, y luego fuimos a un restaurante de comida amazónica donde cocinaron una tortuga con un caparazón oscuro enorme. El guiso se elabora dentro del caparazón, como si fuese una olla. Me dio mucha impresión, y consulté si les permitían comer animales en peligro de extinción, pero me dijeron que allá era súper corriente, y que las tortugas no estaban realmente en peligro allí. La probé, y tengo que reconocer que no estaba nada mal.



¿Qué tan difícil resulta en algunos casos acceder a probar costumbres tan diferentes?

Cuando viajo trato de reproducir la forma de comer de la gente local, con una filosofía de "donde fueres haz lo que vieres". Hay muchas cosas que primero digo que de ninguna manera probaré, y después termino siendo la primera en dar un bocado. Lo cierto es que en general soy muy curiosa, y no tengo prejuicios.



¿Hay algún plato que comerías todos los días?

Galletas, pero me controlo [risas]. También alfajores, facturas... Todo tipo de cosas dulces.



¿De dónde viene tu conexión con la cocina?

Creo que la pasión por la gastronomía me viene de verla en mi casa; mis padres cocinaban siempre con productos muy frescos, iban al mercado a diario a comprar lo que iban a cocinar esa noche, y recuerdo que los domingos pasaban las tardes preparando bechamel para hacer croquetas. Los dos cocinan muy bien, y he crecido viéndolos cocinando croquetas los domingos. Es un recuerdo muy presente.



Y así como ellos cocinaban croquetas, ¿tenés algún plato fuerte que te gusta preparar siempre?

Cuando tengo invitados les hago un tartar de atún, que es bastante fácil pero luce bien y es sano. Cuando estoy en mi casa intento comer lo más sano posible.



¿Hay algo que te caiga mal o que no te guste comer en absoluto?

No me gustan nada las vísceras; prefiero comerme un saltamontes que unos chinchulines, por ejemplo. No me gustan para nada.



¿Cuál es para vos el mayor valor de tu programa?

Hay muchos programas de viajes, muchos de gastronomía, pero aquí quien nos cuenta lo que estamos viendo, quien nos hace probar cosas, es una persona local que nos habla en español. Da lo mismo que estemos en Brasil, Corea del Sur, Jordania o Egipto; la persona que está enseñando tal mercado, o su restaurante favorito, o abriendo las puertas de su casa, vive allí. No hay nada más genuino que eso. ¡Lo que yo hago es mostrar lo que tiene un vietnamita en su casa! La cocina de las casas es lo que más me interesa; después de todo, la cocina es algo que nos une.



Y así a veces terminás comiendo con familias enteras.

¡Sí! Es una manera fascinante de descubrir culturas. En la casa de Hánoi, por ejemplo, nos enseñaron un santuario en el que rendían tributo con comida a sus antepasados. Tenían una habitación más grande que mi casa, llena de fotos de sus ancestros a los que cambiaban la comida a diario. Eso no está en ningún otro programa.





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