Vendimia, coronavirus y los nuevos desafíos en medio de la pandemia

 La vendimia en cuarentena se transforma y se las rebusca para funcionar en un contexto extraordinario. Hablamos con tres enólogos amigos para que nos cuenten cómo llevaron la cosecha y cómo piensan que será el escenario de la industria en la post pandemia.


por ANA PAULA ARIAS


“Con respecto a la cosecha, por supuesto que la industria vitivinícola no paró; al estar enmarcada en la producción de alimentos, estuvimos exceptuados. A todo el mundo se le otorgó el permiso correspondiente y pudimos circular e ir a trabajar como hacemos normalmente. Por suerte tuvimos toda la dotación de personal que acató y vino a la bodega”, cuenta Juan Pablo Murgia, enólogo de bodega Otronia (ubicada en la localidad de Sarmiento, Chubut) y gerente de enología de Grupo Avinea. “En bodega nosotros escribimos un protocolo específico para Covid-19 que limita la recepción de gente. Por supuesto, nada de visitas y un control estricto para recibir a los proveedores, también desinfección de manos y pautas para que se posicionen en un lugar determinado de la bodega, evitando el contacto físico con la gente.”

Una bodega funcionando en época de vendimia es un lugar lleno de gente que trabaja para que las cosas salgan bien. Desde los cosecheros, el equipo enológico, los ingenieros agrónomos y la administración, hasta el departamento de marketing, ventas y el centro de visitas. Frente a las nuevas pautas que plantea la pandemia, las bodegas toman los recaudos correspondientes, tratando de no perder la productividad. El día a día es igual de intenso, pero con cuidados. “Promovimos el distanciamiento entre los trabajadores, el uso de barbijo, la limpieza de manos, el uso de alcohol en gel, el reordenamiento en el comedor del personal para comer en turnos más extendidos y en mesas todos distanciados. Por supuesto que la parte de administración no está trabajando; están haciendo home office y solamente estamos operativas las partes de la bodega de producción y embotellado”, señala Juan Pablo.

Los recolectores, muchos de ellos trabajadores golondrina que esperan con ansias el inicio de una nueva cosecha, tuvieron que rebuscárselas para llegar a los viñedos y adaptarse a los nuevos lineamientos que les marcaron las bodegas. Lucas Giménez es enólogo de La Coste de los Andes (Los Chacayes, Mendoza) y Château La Coste (Provenza, Francia); para él, el problema mayor no fue conseguir la mano de obra, sino que “el desafío más grande fue conseguir los medios de movilidad para hacer llegar a los trabajadores a los diferentes viñedos. Poder utilizar solo el 50% de la capacidad de transporte fue una complicación importante, ya que esa industria no cuenta con tanta disponibilidad de vehículos”.

Mendoza tuvo, sin embargo, una pequeña ayuda del clima que hizo que la vendimia se adelantara casi un mes. Cuando la cuarentena comenzó, parte del trabajo en el viñedo ya estaba hecho. Algunos productores aplicaron el protocolo más que nada al trabajo dentro de la bodega, y eso hizo que el control sea más fácil y sobre la base de cierta previsibilidad sanitaria.

Federico Sottano, dueño de bodega Arístides (Maipú, Mendoza), cuenta que, en su experiencia, la cosecha se dividió en dos: “primero, hubo uvas más tempranas que, efectivamente, se pudieron cosechar bien hasta principios de marzo. El problema empezó después, a partir de la segunda quincena. Mendoza fue la segunda provincia que tomó la decisión de aislarse y, a la semana, la Nación toma la misma decisión del aislamiento total. Ahí se generó un bache y una importante merma de cosechadores, porque no fue claro quién podía salir a trabajar. Así que esa primera semana fue difícil, no hubo gente. Los más grandes no se presentaron a trabajar, y ese fue nuestro caso, tuvimos una merma. Eso derivó en una cosecha más lenta, digamos, por esta falta de mano de obra”.

La industria después de la pandemia

Es difícil hacer pronósticos en esta etapa, cuando aún no se sabe cómo la pandemia y el encierro van a modificar los hábitos de consumo, cómo esa especie de estrés post traumático del coronavirus va a impactar en la industria vitivinícola, cómo las bodegas van a vender en el mercado interno y cómo van a comercializar sus productos en un mundo cada vez más cerrado. Resiliencia, esa palabra de moda de los posteos de Instagram, toma sentido en esta coyuntura. Las bodegas siguen produciendo y se adaptan a las nuevas reglas del juego.

“El vino por ley es considerado alimento y bebida nacional, pero no estuvo dentro de las excepciones para la comercialización y esto provocó que las vinotecas no pudieran estar abiertas durante la cuarentena” explica Federico Sottano. “En muchos casos no podían hacer delivery, y en otros casos las amenazaron para cobrarles multas o inhabilitarlas. Yo creo que se hizo para que no hubiera tanto comercio abierto, pero esto las perjudicó. La vinoteca es el canal más importante para los pequeños productores, porque es el canal de imagen. Pensá que los supermercados chinos pudieron vender bebidas y las vinotecas, no”.

Las vinotecas de barrio son un aliado de las bodegas chicas. La relación entre ambas es estrecha; a veces los propios bodegueros son los que presentan sus vinos en las degustaciones y, en ocasiones, hasta se encargan de las entregas. Es un espacio seguro para las marcas que quieren que sus etiquetas se comuniquen bien. Para los pequeños productores no es fácil entrar en los supermercados, mucho menos si son hiper. Y, en el caso de que lo logren, siempre la masividad se contrapone a la atención personalizada de las vinerías, algo que los supermercados no tienen y que se traduce a veces en una deficiente comunicación del producto.

“El canal de venta on trade (restaurantes y vinotecas) es lo que más afectado se va a ver. Yo creo que va a haber incluso cierres de puntos de venta, porque un mes completo sin ventas es dramático”, dice Juan Pablo Murgia y agrega: “El consumo en el on trade está clausurado hoy, la gente no puede ir a un restaurante porque directamente está prohibido, creo que es donde más se va a sufrir. Y el off trade (principalmente supermercados) es lo que ha andado bien estas primeras semanas de cuarentena; en el mundo la gente se ha abastecido y está comprando mucho. El abastecimiento en supermercados creo que va a ser el gran mercado. Nuestros importadores en Europa tienen clausurado el canal on trade también, así que están enfocados en el off trade, ahí está la oportunidad o, mejor dicho, el único negocio que va a haber por ahora hasta que la actividad se retome”.

Otro de los grandes problemas que afrontan las bodegas, sobre todo en Mendoza, es el del negocio del enoturismo. Se augura un escenario difícil, incluso dentro de las proyecciones más optimistas, porque se espera que el turismo internacional sea el último en normalizarse. Según el Plan Operativo Nacional de Turismo del Vino (organizado por el Ministerio de Turismo de la Nación, la Universidad Nacional de Cuyo y con apoyo del Ente Mendoza Turismo) sólo en el Valle de Uco las bodegas reciben anualmente más de 158 mil visitantes, de los cuales la mitad provienen de países extranjeros (mayormente de Brasil, EE. UU y Canadá). “En el Valle de Uco entran 150 turistas por día, los 365 días del año (en el caso de bodegas fuertemente orientadas al turismo, que prácticamente no cierran). Eso multiplicado por el costo que tiene la entrada a la bodega, el almuerzo en el lugar, una cata… Todo eso a la bodega le genera un ingreso más que importante”, cuenta Federico Sottano.

La industria vitivinícola sobrevive en los agujeros legales que dejó el DNU de Aislamiento Social, Preventivo y Obligatorio. Las apps de mensajería y delivery llevan vino y las bodegas afilan cada vez más la venta online. La Coste de Los Andes cuenta desde hace poco con su propio sitio de venta en la web: “Unos meses antes de que se declarara la cuarentena, lanzamos nuestro propio e-commerce desde la web de La Coste de los Andes y Andillian Wines, y está funcionando muy bien. Si bien el 80% de nuestro mercado es externo, queremos posicionarnos en el mercado interno y dar a conocer nuestros vinos orgánicos de Argentina y Francia, sin descuidar los canales tradicionales, que sin duda necesitaran del apoyo de las bodegas para salir de este difícil momento”, comenta Lucas Giménez.

Como la vida de muchos, el ritmo de las bodegas continúa. Con restricciones y cambios de hábito, los trabajadores del sector tratan de imaginar lo que vendrá. Y, como el resto de las personas, esperan una nueva etapa, un poco más fácil. Mientras tanto, los repartidores, la venta online y los compradores furtivos oxigenan una industria que, cuando esto pase, necesitará de la ayuda de todos.



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