TRES ALEGRES ARTESANOS
2016-01-08
Reunimos a tres de los productores de helados artesanales más exquisitos del país para que nos revelaran, entre otras cosas, la historia de su proyecto y las claves a la hora de preparar un helado comme il faut. Con ustedes, Joaquín Grimaldi, de Dolce Morte; Gabriel Famá, de Cadore, y Diego Fenoglio, de Rapa Nui.
¿Cómo se hace un helado de calidad?
Gabriel Famá: Lo importante es respetar el concepto de artesanía: el mundo lo ha
desplazado en pos de utilizar pastas y bases industrializadas. Eso deterioró
el sabor y la textura cremosa. Nosotros resistimos. Nuestro helado es fresco,
natural y hecho en el día.
Diego Fenoglio: Los que estamos acá hacemos un
producto diferente. La gente debe saber cuánta fruta lleva una receta artesanal
comparada con una industrial. Pasa lo mismo con la calidad del chocolate que
usamos, frente a los polvos que llevan los helados industriales o el aire que le
inyectan a su composición. Las industrias venden volumen: no están enfocadas en
el producto. Nuestra apasionada labor es un valor agregado que, a la larga,
termina venciendo.
Joaquín Grimaldi: El cliente tiene que exigir. Es
nuestra tarea darle la información necesaria para que conozca la diferencia
entre un producto artesanal y uno que no lo es. Creo que, para eso, se necesita
una campaña más explícita y contundente.
¿Qué reglas son fundamentales en la heladería artesanal?
D: No me imagino a los que hacen helados industriales yendo al mercado
a elegir las frutas o usando grandes cantidades de materia prima de calidad,
como chocolates de Ghana, Ecuador o Brasil. Nuestros productos son cremosos: no
tienen cristales. Además, fabricamos y vendemos en el mismo lugar. Un helado
artesanal no resiste más de tres días. Por eso, hay que estudiar bien qué
gustos ofrecer para que todos se vendan en el día.
G: Prefiero que los clientes no vengan porque se terminó un gusto, a
que no vuelvan más porque el producto está viejo. Los helados se deben fabricar
todos los días con materias primas naturales, sin químicos, sustancias
colorantes ni saborizantes. Los colores tienen que ser suaves y la masa no debe
contener cristales. La temperatura debe ser estable. No es lo mismo tenerlos a
-13, -14 o -15 grados, que guardarlos a -45 grados y después subirlos: de esa
manera, las fórmulas pierden estabilidad y cremosidad. El maestro heladero debe
seguir atentamente la elaboración.
J: Al helado hay que comprarlo y comerlo en poco tiempo: nunca
congelarlo. Conviene siempre pedirlo en el día y, si se llegara a congelar,
dejarlo fuera del frío para consumirlo.
Ustedes tres tienen antepasados italianos. ¿De qué manera ese
origen se relaciona con su vocación?
G: Cadore es una región del Norte de Italia, a 120 kilómetros de
Venecia, camino a Austria. Muy cerca de allí está Longarone, adonde se realiza
la feria de helados más específica del mundo. Ésa es la causa por la que
llegaron muchos heladeros de esa región a toda Europa y a Argentina.
J: Vengo de una familia siciliana; sin embargo, aunque me gustan los
helados, en esencia soy pastelero.
D: Mi viejo llegó de Torino a Bariloche e instaló una confitería con
chocolates y helados. Somos los creadores de los chocolates Fenoglio. Cuando
dejé la compañía, decidí hacer mi propia marca de chocolates, Rapa Nui, que
significa “gran resplandor”.
Sus heladerías son marcas “boutique”, ¿cómo construyeron su
prestigio?
G: Cuando abrieron las primeras heladerías Cadore, una en el Centro y
otra en Villa del Parque, cada una logró su sabor característico. Mi tío decía
que era la manera de proteger lo artesanal. Trabajaron sobre la materia prima
de calidad y guardaron sus secretos en los procesos de elaboración. Cerrábamos
de mayo a septiembre y, cuando abríamos, los primeros helados los regalábamos.
Era marketing directo. Ahora mantenemos esa premisa. De todas formas, el
consumo cambió y aumentó. Hace 20 años que se come helado todo el año. Somos
una heladería clásica que mantiene gustos como el quinoto, la málaga, el
marron glacé o el café. Algunos gustos están desapareciendo y hay otros,
nuevos, que llegaron para quedarse, como naranja con jengibre, chocolate al
Cointreau o crema de strüdel.
D: Cuando vislumbré que debíamos desembarcar en Buenos Aires, supe que
teníamos que complementar los chocolates con los helados. Hace ocho años
empezamos a desarrollar las recetas para heladería como chocolateros,
privilegiando la gianduia: al chocolate con avellana no hay con qué darle, es
muy rico. En el mismo ámbito adonde hacíamos las pruebas, teníamos una
confitería; entonces, muchos probaban las recetas mientras las afinábamos. Hace
cuatro años y medio, cuando explotó el volcán en Bariloche, pensé: “es el
momento de ir a Buenos Aires”. Me ocupo de todo lo que es frutales: voy al
mercado Central y compro la materia prima. Además, cuando abrimos acá, nos
comprometimos a que los que trabajaran en los locales fueran estudiantes de
Bariloche que necesitaban vivir en la ciudad.
J: Estaba acostumbrado a trabajar junto a chefs franceses que no se
interesaban en los helados, hasta que Juan Gaffuri –chef ejecutivo del Four
Seasons Hotel– me propuso crear una marca. Nunca pensé que íbamos a tener tanto
éxito. Vengo de familia de músicos y tuve un pasado adolescente punk: de ahí la
calavera y el nombre Dolce Morte. Me gusta decir que es el rock hecho helado.
Además del humor, me guía el respeto hacia los pasteleros y los heladeros.
Sabía que me metía en un mundo que me pertenecía muy poco y me fue gustando.
Muchos de los helados provienen de mi mente pastelera. Trabajamos con
productores como Finca Isis, de Mendoza, desde donde obtengo algunas frutas
todo el año.
¿Cuál es su sabor insignia?
G: Una periodista de El País, de España, dijo que el dulce de leche es
uno de los mejores sabores de helado del mundo, y que el que mejor lo hace es
Cadore. Lo preparamos el día anterior a su venta; usamos leche, chaucha de
vainilla y azúcar, que cocinamos 14 horas a fuego bajo antes de agregarle un
toque de crema.
J: Tuve la osadía de elegir no hacer dulce de leche y, sin embargo,
ahora es el que más vendo. Pero también hago experimentos, como el helado de
morcilla.
D: En nuestro caso, nos destacamos con el chocolate y
la avellana.
Si tuvieran que elegir un sabor de helado, ¿cuál sería?
G: Sin duda, la vainilla.
D: La gianduia de Torino.
J: ¡El pistacchio!