La columna vinófila: ¿Por qué el Malbec es tan popular?

Después de varios días llenos de data sobre nuestra cepa ícono, terminó el Mes del Malbec. Pero en Cuisine, como era de esperarse, quedamos con ganas de más. Por eso te contamos por qué, entre todas las cepas que se desarrollaron en Argentina, fue la que triunfó.

por ANA PAULA ARIAS




Ante lo popular siempre surge el escepticismo. Nunca falta el que señala, como quien descubre el secreto del ilusionista, que el Malbec “es un invento” o, peor aun, que “ya cansa”. Siempre hay un Grinch que pincha con su negativismo y termina contagiándonos con sus preguntas malintencionadas: ¿de dónde salió el Malbec? ¿Quién decidió que era lo mejor del mundo? ¿Por qué todos lo tomamos?

Las “conspiranoias” nos atacan y dudamos. Pero, no nos dejemos engañar. El éxito del Malbec no es fortuito. Se debe a muchas cuestiones, pero sobre todo a una: el terroir.

En esta misma columna ya hemos hablado del terroir como esa conjunción de factores que establecen la calidad de un vino: el suelo, el clima, la cepa y el factor humano. Algo que en el caso del Malbec fue determinante para su fama mundial.

Vamos por partes. La cepa proviene de una comuna del Sudoeste francés que se llama Cahors. En esa zona, donde la altura es de 200 msnm, el estilo es predominantemente más ácido y menos alcohólico que en Argentina. Estas características, que aportaban mucha frescura al blend bordelés, además su color azul violáceo, la convirtieron enseguida en la favorita de gran parte de Europa en el siglo XIII.

Cuando llegó a nuestro país, a mediados del siglo XIX, los enólogos siguieron desarrollando aquí un estilo parecido al europeo. Iban a pasar muchos años hasta que, a fines de los años 90, comenzara a tener el carácter que hoy le conocemos. Y acá volvemos a la pregunta inicial: ¿por qué, en un momento donde la gran estrella de la viticultura argentina era la Cabernet Sauvignon, donde casi nadie conocía de vinos, donde todo el mundo hablaba de “vino borgoña” en lugar de referirse a cepas específicas, comenzó a triunfar el Malbec?

Hay varias cuestiones, pero la principal tiene que ver con una estrategia comercial. En un escenario donde estaban emergiendo los países del “Nuevo Mundo” como productores de vino de calidad, lo más importante era trazar una estrategia para diferenciarse. Fue así como, de la mano del gurú internacional del vino Michel Roland y del referente nacional Nicolás Catena Zapata, entre otros, se comenzó a afinar su estilo. La gran ventaja con la que contábamos es que era una cepa relativamente desconocida para muchos. Por eso su crecimiento se asoció de forma instantánea a la Argentina.

¿Entonces, efectivamente, el Malbec es un invento? Bueno, podría decirse que sí. Pero si vamos por esa línea tenemos que ser justos y preguntarnos ¿por qué se la eligió entre tantas otras cepas que había en nuestro país? Lo que sucedió es que nuestro suelo, sobre todo en la zona de Luján de Cuyo en Mendoza, le sentó perfectamente. También la altura y, por consiguiente, la amplitud térmica, hicieron maravillas.

La acidez natural del Malbec, esa nota punzante típica de la piel de la ciruela, hizo tándem con una graduación alcohólica y una concentración altas. Esos 300 días de sol al año le sentaron perfectamente y la convirtieron en un vino potente pero amable. Y esa es la otra gran ventaja, su carácter iniciático: quien tiene dudas sobre los tintos, puede beberlo con tranquilidad, porque no es tan intenso como otras cepas, ni tan ácido como su versión francesa.

Otra de las grandes ventajas del Malbec argentino (ventaja que comparten todos los vinos que se producen en nuestro país) es su precio competitivo en el mercado internacional. Por pocos dólares, los entusiastas del vino de todo el mundo pueden hacerse de una botella de mucha calidad, con buenos taninos y un color espectacular. No exageramos al decir que no hay vinos en el mundo que tengan la excelente relación precio-calidad que tienen nuestros vinos.

El Malbec en nuestro país puede haber surgido como una manera de hacerle frente al mercado internacional, un escudo de armas argentino en un mundo acostumbrado a las formas europeas. Pero también surgió a partir del enorme potencial que vieron en él los popes del vino, que no podían creer lo delicioso que era. Las bondades de nuestras condiciones climáticas hicieron que se convirtiera en un producto único y competitivo.

Todos los que lo prueban se enamoran de él, y eso no es un invento. Nuestro mercado interno lo ha acogido con igual aceptación y entusiasmo y eso no es (solamente) buen marketing. Tiene que ver con un estilo amable, original y que gusta tanto a los expertos de todo el mundo, como a los consumidores que se inician.

Así que ya lo saben, cuando escuchen a alguien decir que “el Malbec ya fue”, piensen en esta nota, sírvanle una copa a ciegas, y pregúntele qué tal. Eso sí, disimulen la mirada triunfal.



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