La columna vinófila: EL LUNFARDO DEL VINO

La jerga de los enófilos puede ser un tanto insoportable. Las palabras que se usan para describir a un vino a veces son excesivamente barrocas. A los ya polémicos “redondo”, “franco” y “pesado”, se le suelen sumar inventos poco respetables como “alegre” o “goloso”. Pero, ¿hay algo de verdad en ese lenguaje? En Cuisine te enseñamos cómo describir un vino con propiedad sin caer en el uso irracional de adjetivos.

por ANA PAULA ARIAS



REDONDO

Vamos por partes: hay ciertas características naturales que hacen a la calidad de un vino. La columna vertebral del tinto, es decir, aquello que lo sostiene, le da longevidad y estructura, son los taninos, la acidez y el alcohol. Para los blancos, sólo se trata de la acidez y el alcohol, porque no tienen taninos. Cuando se habla de la “redondez” de un vino nos referimos a que ninguno de estos factores sobresale. Un vino que no es demasiado tánico, ni se siente muy alcohólico o ácido es un vino “redondo” y eso es muy positivo.

FRANCO

Se trata de un vino que sabe igual a como huele. No es de por sí algo bueno o malo, simplemente es una característica que puede o no estar. El Torrontés, en general, tiene aromas muy dulces, pero cuando lo bebemos es bastante seco (salvo que sea un tardío, claro). El Torrontés no suele ser “franco”, lo cual no es algo negativo, ¡al contrario! Hay gente que ama justamente eso.

FILOSO

Este es un adjetivo muy usado últimamente. Se refiere a vinos con una acidez alta y es una forma amable de comunicarle al consumidor que lo que va a tomar va impactar en la parte de atrás de la mandíbula de manera bastante punzante. Es un estilo de vino de moda ahora que tiene sus adeptos.

CUERPO

Se trata de la manera en que el vino nos llena la boca, y está relacionado con la cantidad de alcoholes, polifenoles, azúcar y otras sustancias que hacen a su consistencia. El cuerpo de un vino se puede ver desde un primer momento cuando lo servimos en la copa. Hay algunos que caen de forma más ligera, casi acuosa, mientras que otros salen de la botella de modo más oleoso. En boca, se perciben de la misma manera: livianos o pesados. 

Las modas hacen que al extenso diccionario enófilo se incorporen nuevas denominaciones, algunas más serias que otras. Pero lo importante es, en definitiva, saber distinguir qué estilos nos gustan más. Si podemos expresar el por qué, mejor. Y si no, quedará para nosotros esa fantástica sensación de beber un buen vino.

 




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