Diez Manos versión 2018.

Mostrador Santa Teresita. José Ignacio.

La historia se repite, es casi idéntica a las últimas versiones, aunque esta vez hay más estrellas. En todos los sentidos. Son los mismos amigos de manos mágicas bajo el mismo cielo y el mismo encanto. Con un grupo de personas expectantes, fascinadas de poder sentarse en la mesa infinita, instalada en plena calle, con dirección al mar.

Suenan guitarras y Sebastián Zuccardi, con la sencillez de los grandes, sirve en persona el espumante. Se ríe  junto a Fede Desseno (Marismo) que nos pone en clima con su pulpo, tomates asados y alioli. Amigos y más amigos. Marcela Remoli, alma de American for foodies,  se reencuentra con su adorado Massimo Bottura, el chef italiano propietario de  Osteria Francescana, restaurante de  tres estrellas Michelin con sede en Modena y considerado el mejor del mundo según The World´s 50 Best Restaurant. Se abrazan y hablan sobre la insalata di mare que está por llegar.

Al rato los mozos, como un ejército  en versión rock, avanzan con spray de mar para humedecer la delicia. No hay mucho que decir porque la idea es gozar. Entonces más vino, o una cervecita Peroni para mechar.

Fernando Trocca se esfuerza y por momentos olvida la mala pata de haber pisado mal y estar enyesado. Su tribu y su lugar lo contienen. Dice unas palabras y enciende la noche, aún más. Llega el caracú de Gastón Yelicich; la sardina atlántica, melón y kefir de la infaltable Narda Lepes. Y sí, sin ella no hay carcajada ni ironía, ni esa cosa de maestra ciruela entrañable. Es la madraza del grupo e impacta con su propuesta. Entra en acción Mauro Colagreco y su papa, crema doble ahumada y caviar. Enloquecedor. Entonces Bottura se inspira con un plato que enmudece: Autumn in New York, que irrumpe como tatuado al plato. El broche final se lo lleva Guido Tassi y su cordero de Rocha, con berenjenas y limón en conserva. El postre de Narda y Caro Ferpozzi, con higos, merengue y frambuesas resulta inolvidable. Como los vinos(Zuccardi Blan de Blancs; Emma Zuccardi Bonarda y Zuccardi Paraje Altamira Aluviuonal. Fin del cuento y principio de un recuerdo a fuego lento.




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